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El pasado 21 de junio, día del solsticio de verano, Antonio Ochoa montó su exposición en Del Tiempo Galería de la Universidad Autónoma Metropolitana. Lo hizo para acentuar el sentido ritual de la obra a exhibir. Recurriendo a la sección áurea, concibiendo un diseño para aprovechar el espacio generoso de la galería, el artista construyó una gran instalación-ambientación con numerosas piedras de canto rodado y tierra roja de Calapa, Puebla. Ochoa dividió el espacio en varia secciones de distintos tamaños, para luego colocar en cada una de ellas tierra roja y sobre esta, las piedras (todas talladas de manera directa) perfectamente alineadas. El resultado es una obra efímera, de rara belleza, cuyas intenciones rituales no le impiden insertarse en el mainstream global.

 

Además de la instalación pétrea Antonio Ochoa presenta diez fotografías que son el registro visual de una serie de obras efímeras que realizó in situ, en Calapa. Con una intención igualmente ritual, el artista armó diferentes composiciones con piedras en una construcción previa a la toma fotográfica. Estas imágenes, ejemplos puntuales de fotografía construida, son testimonios de un trabajo de campo que devino en discurso estético de carácter ritual. Lo más interesante es que en este discurso la piedra tiene el papel protagónico. Para Ochoa, la piedra es un símbolo sacro, un elemento natural que revela el pensamiento prelógico de las sociedades primitivas y que a el le permite construir un lenguaje artístico-ritual plenamente contemporáneo.

 

Un Monumento Neolítico

 

Los cromlechs de la época neolítica (grupos de menhires-piedras largas-dispuestos en círculos, semicírculos o elipse) tuvieron una función de carácter religioso. El hecho de que generalmente presenten determinados alineamientos orientados hacia los equinoccios o solsticios, ha permitido a los especialistas señalar que fueron santuarios de carácter astral e incluso primitivos observatorios astronómicos desde los cuales era posible fijar el calendario y dar seguimiento a las estaciones. La planta circular parece haber sido el lugar para el desarrollo de los cultos solares.

 

El más famosos monumento neolítico es, sin duda, Stonehenge, ubicado en Salisbury Plain en Wiltshire, Inglaterra. Construido en distintas etapas de 2800 a 1800 a.C, , este santuario monumental se compone de varios anillos de piedra concéntricas que forman  una especie de herradura. No sabemos quienes fueron sus constructores, pero si que fue diseñado para rendir culto al sol y observar fenómenos astronómicos como equinoccios, solsticios y eclipses. El análisis petrográfico de las llamadas piedras azules del doble circulo interior del recinto monumental demostró que procedían  de las Prescelly Mountains de Pembrockshire, situadas en el sur de Gales, a 220 kilómetros del lugar. Esta distancia nos da idea del esfuerzo realizado en este tipo de construcciones y la fuerza espiritual que tuvo que animar a sus artífices.

 

 

Arte Sacro

 

Traigo a cuenta Stonehenge porque fue lo primero que me vino a la mente cuando ví la instalación pétrea de Antonio Ochoa, aunque la verdad es que el discurso ritual del autor maneja en su obra trasciende las intenciones mágico-religiosas que animaron a los hombres del neolítico.

 

Practicante de la religión sikh, cuyo credo afirma la unión de Dios y la fraternidad de los hombres, Ochoa ha venido construyendo en los últimos años un discurso estético en torno al ritual religioso. Lo interesante es que su discurso va mas allá de una religión especifica, de un espacio y un tiempo. El artista afirma que le gustan todas las religiones y lo demuestra en su obra. Así, el año pasado presentó en la Galería José María Velasco la exposición “Dos Planteamientos”, una visión en la que nos ofreció una serie de grabados trabajados con la idea del glifo y la oración, mientras que ahora nos ofrece una muestra de fotografía e instalación en la que descubre el poder simbólico de la piedra. (Ochoa, por cierto, dedica su actual exposición a sus dos maestros espirituales: Thakar Singh y Jesús Ochoa, ambos recientemente fallecidos).

 

Artista que se apropia de la simbología religiosa de las culturas milenarias para convertirla en concepto y crear una obra claramente contemporánea. *1

 

Antonio Espinoza

Crítico e historiador

 

 

Arte Sacro por Antonio Espinoza

Relicarium Petra: Arte Ritual

Texto del catálogo de la exposición “Relicarium Petra”

 

La construcción de los espacios sagrados ocupa un lugar central en la protohistoria e historia del arte: es una materialización de las cosmogonías donde el hombre ha definido su escena, ahí fue donde se operaron las revelaciones primordiales que consagró ese espacio, transfigurándolo, singularizándolo, aislándolo del espacio profano que lo rodea; delimitado por la cerca, el muro, el circulo de piedras o el templo.

 

La instalación o construcción efímera “Relicarium Petra” recupera de la memoria original un espacio y un rito de centralidades sagradas, nos hace pensar en lo que antes solamente fue el continuo vegetal y la inmensidad del espacio habitable, nos obliga a reflexionar la diferenciación ontológica del “yo” en relación del “otro”, nos sitúa en ese momento justo en que se inauguró el limite que trazaría hasta nuestros días, la dualidad del dentro y fuera, del cielo y la tierra, de lo sagrado y lo profano, unidos entre si. Antonio Ochoa, apela con maestría a ese trazo primigenio que da centralidad sagrada, oponiéndose a la simetría de las apariencias; pues son las repeticiones del centro mítico, la instauración de limites, la concentración de la materia pétrea y la perseverancia de unos dentro de otros, lo que sacraliza el espacio instalado, revelado por el artista.

 

Su fuerza y permanencia radica, en la repetición de su manifestación, en su material pétreo que guarda en dureza y permanencia física el secreto espiritual subyacente, manteniendo comunicación directa con un “centro”: el lugar sagrado donde la impureza queda abolida y donde se intersectan los tres niveles cósmicos universales: cielo, tierra e inframundo.

 

Tierra y piedra, son ordenadas por Ochoa que lo convierte en un espacio sagrado, y a partir de este, se desprende el fenómeno mágico-religioso que provoca el recorrido circular, el giro que refrenda sus bordes en cada mirada, donde “Relicarium Petra” induce el sentido primigenio, convirtiéndolo en un espacio sagrado, “ombligo de la tierra” o “centro del universo” recordando en el rito de la procesión de la mirada y el cuerpo que, lo sagrado se corresponde con lo profano en el viaje cíclico al centro universal donde se crea, recrea y subsiste la cosmogonía de la creación.

 

Dany Lima

Doctor en Historia del Arte

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